viernes, 1 de agosto de 2008

"Una Señora de Blanco"

Con mucho cariño a mi novia

Rinrinea el teléfono sobre el escritorio, levanto el auricular a la segunda llamada. Es mi secretaria recordándome la cita a la que debo acudir hoy mismo. Le doy instrucciones para el resto de la tarde. Veo el reloj y tomo el último sorbo de café frío que contenía la taza. Una taza especial que con el rostro impreso de mi nieta, me regaló ella la última vez que nos visitó. Salgo de la oficina, abordo el auto, arranco y estoy listo para la lucha cotidiana en el campo de asfalto que contendré contra taxis, micros y demás fauna choferil.

Insurgentes norte, la esquina que aún domina, doy vuelta a la derecha, la terminal de los ferrocarriles, de pronto, alcanzo a ver la figura de una persona que me parece reconocerla, cruza la explanada y penetra la estación, instintivamente me detengo. Busco estacionarme en el área de la misma terminal. Bajo y entro corriendo por el acceso de los pasajeros morosos directamente al andén. Recorro con la mirada afanosamente y por fin, frente a una taquilla la distingo, sale con su boleto en la mano, toma un veliz pequeño y se dirige a las escalinatas que conducen al andén de abordaje. La alcanzo, toco su hombro y le digo:

- Perdone señora, ¿me recuerda? - Se detiene y voltea.

- Dígame, ¿qué se le ofrece? - me pregunta extrañada -. Desilusión no es ella. No tiene brillo su dentadura. Muy parecida, pero no es ella. -

-¡Discúlpeme! Me equivoqué. La persona que busco es muy parecida a usted.- Sin contestarme, molesta, hace un mohín y continúa su camino.

Todas las preguntas que pensaba hacerle se me agolpan en la mente. La continuación de su videncia, la localización de los hechos... Desilusionado, regreso... Me detengo en el hall de la estación y siento lo frío del edificio nuevo.

La estación de Buenavista estaba construida con una estructura de acero y grandes ventanales, tipo gótico o para no equivocarme de estilo, una estructura muy parecida a la del museo del Chopo. Edificio muy alto. Hermoso interior que daba una sensación de tranquilidad estar bajo su cubierta; quizá para evitar la ansiedad de los pasajeros motivada por su salida o la impaciencia por regresar a casa. 0 la de los acompañantes para evitar la tristeza del alejamiento de los que salen, o para evitar el dolor interno de la espera por los que arriban. Y me llega el recuerdo de un viaje que realice hace muchos años, un sábado, no recuerdo bien que mes, que año....

Muy temprano compré mi boleto haciendo hincapié que para llegar, tuve que levantarme a las seis de la mañana; hora impropia para mí. Acostarme a esa hora era normal, pero levantarme, era una odisea. El tren salía a las 7:25 a.m. lo cual aconteció con puntualidad inglesa. Mi destino: la población de Maravillas, enclavada en un rincón del Estado de Hidalgo, en el municipio de Nopala.

Nopala, nombre que me remite a mi infancia - cinco o seis años de edad - cuando escuchaba al hermano de mi abuelo, un hombre de gran vigor, que se iba de cacería a la presa de Nopala. La temporada era de patos. Lo invitaba a acompañarlo. Pero mi abuelo más que aventuras de cacería de patos, prefería las aventuras de muchachas. Era un enamorado y gran conquistador. Le recuerdo su forma fácil de entablar conversación con cualquier mujer, sin darme cuenta - por mi niñez-, sin darle importancia, ahora lo analizo y veo sus intenciones de gran conquistador.

También el nombre de Maravillas, no me caía muy bien, pues lo relacionaba con la colonia Maravillas, allá muy atrás del aeropuerto de la Ciudad de México. La conocí buscando un amigo que trabajaba de cocinero en una cantina de las calles de Guerrero, y quedé desolado por la pobreza y miseria de sus casuchas que moraban sus habitantes, mejor dicho; sus supervivientes, entre basura, suciedad y perros hambrientos.

No era mi primer viaje en tren. De niño, en compañía de mi padre, viajé al puerto de Veracruz de vacaciones; pero el viaje fue nocturno llegando al amanecer. Por eso no disfruté ni admiré nada, sino solo pasé una muy mala noche a bordo del pullman en que viajamos. El regreso - dado que robaron a mi padre -, fue en autobús.

Mi segundo viaje, éste a Maravillas.... Casi quince años después. Los mismos vagones, la misma chatarra de máquinas, el mismo descuido y suciedad en el interior; de los baños, mejor ni hablamos. Mi boleto fue para el servicio de primera, un solo vagón. Abordé, sólo viajaban tres personas aisladas, ninguna pareja. El vagón casi vacío.

Observé por la puerta de comunicación entre los vagones, el vagón del servicio de segunda. Asientos de listones de madera, calados, respaldos fijos que creí incomodísimos atestados de pasajeros.

Entre los respaldos de los asientos acomodaban niños para evitar el pago del pasaje, bultos, costales de maíz o fríjol. El pasillo con gente de pie, gente sentada, niños acostados, en fin, era imposible circular por él. El auditor del tren, que revisaba los boletos, con gran experiencia, cruzaba pies, resbalaba el cuerpo, caminaba con gran soltura entre los pasajeros, como pez en el agua; lo cual era admirable.

Me fui a sentar en el lugar que se me ocurrió. Al hacerlo, noté que una mujer vestida de blanco al fondo del vagón y de espaldas a mí, también había abordado el tren. El auditor pasó, revisó mi boleto, le comenté la desigualdad entre ambos servicios, pero sólo masculló algo entre dientes y siguió su camino.

Para mí aún era muy temprano, me arremoliné en el asiento, cerré los ojos y dormité. Todo lo contrario que había pensado cuando programé el viaje, ver los paisajes hermosos del campo mexicano. Pero a mi mente solo acudían las escenas lamentables que vi cuando salió el tren de la estación. La corte de los milagros, la ciudad perdida, los mexicanos olvidados por todos, los miserables habitantes en completa promiscuidad hacinados a ambos lados de la vía dejando escasamente el paso del convoy férreo. Cómo era posible que existiera gente con ese nivel de vida en la muy noble y leal ciudad de México. No lo creía.

Un rumor que fue transformándose en ruido y luego en voces vocingleras y alegría, me despertó. No sé en que estación estábamos. Pero un nutrido grupo de mujeres de todas edades, desde ancianas hasta niñas inundó con sus ofertas el ámbito. Vendedoras de comida, de toda clase de antojitos y guisados, Desayuné una orden de tacos de pollo y un jarro de atole con el cual me quité lo enchilado por la salsa de los tacos. Arrancó el tren nuevamente y cerré mis ojos... Pero una voz me sobresaltó, hizo que los abriera:

-¿Puedo sentarme a su lado, joven? - Antes de contestarle me hizo otra pregunta:

-¿Está desocupado el lugar? Lo que me pareció risible. Todo el vagón iba vació, excepto otras tres personas.

-¡Claro que sí señora! Puede sentarse, el lugar va desocupado.

- Es que no me gusta viajar sin platicar. Se me hace muy aburrido ir callada. Prefiero siempre charlar con alguien. ¿No lo molesto?

En ese momento la observé: su vestido blanco como túnica hasta media pierna, dejando al descubierto unas chanclas de medio uso negras o grises, no determiné su color y usando unas medias de popotillo que bien la resguardaban del frío que empezaba a sentirse.

Su cuerpo rechoncho sin determinar sus formas por la túnica, cuyas mangas dejaban al descubierto la mitad del antebrazo. Las muñecas de ambos brazos portando una multitud de pulseras y semanarios. Las manos regordetas pero con unos dedos ágiles los cuales sentí al extenderlos para saludarme. Me deseó buenos días pero sin darme su nombre. Contesté únicamente el saludo y arrimándome hacia la ventanilla, la cual en forma de guillotina se operaba, la cerré. Con una señal de mi mano le invité a sentarse.

-¿Va usted hasta Torreón? si es así me alegro porque tendremos mucho tiempo para platicar - me preguntó suavemente.

- No señora, no voy tan lejos. Es más desconozco cual es el destino final de este tren. Sólo me dijeron que tomara el tren # 9 y me bajara en la estación de Maravillas. Población que es la primera vez que voy y me esperan cuando baje del tren.

- ¿Quién lo espera, su novia... o su esposa? - dando tiempo para que le contestara

Recorrí con la vista su cara... no tan gorda de acuerdo con el volumen de su cuerpo. Ojos café obscuro con unas profundas ojeras, labios gruesos, nariz grande algo achatada, cejas pobladas con signos de depilación. Me pareció oaxaqueña. El pelo trenzado con estambres de colores enrollado en forma de chongo por la parte superior de su cabeza. De sus orejas pendían grandes aretes de oro, parecido al oro de bajo kilataje que se vende en esa región. El cuello con grandes collares que tapaban lo que dejaba al descubierto el escote de su túnica; collares que después vi con detenimiento: cruces y figuras de misticismo colgando de ellos.

- Mi novia, voy a conocer a su familia. Me va a presentar con ellos.- Le contesté.

Con sus dedos ágiles tomó mi mano izquierda, doblando mis dedos formando un puño, lo vio lateralmente. Los extendió y volteando la mano con la palma hacia arriba, me dijo:

-¡Se va a casar con ella y tendrá tres hijos!

Retiré bruscamente mi mano, explicándole:

-¡Señora, no le pedí que adivinara mi futuro, además no creo en la quiromancia ni en la charlatanería...!

- ¡No soy adivina. Soy médium! -. Rápidamente me contestó-. -Tengo facultades para percibir sensaciones. Tomándole la mano, sus vibraciones me revelan su carácter, sus virtudes y males. Si me lo permitiera puedo decirle algo sobre su futuro. - Terminó diciéndome.

- ¡No me interesa en absoluto saber sobre el futuro de mi vida! - repliqué -. No creo en nada de las facultades que dice poseer usted y otra gente que conozco. Para mi son paparruchas y charlatanes los que las pregonan... ¡Sólo me falta que diga usted que también ha visto OVNIS y cree en extraterrestres ! . -Soltando una ligera sonrisa -, sonrisa que desapareció de inmediato cuando fijó sus ojos sobre los míos. Las oscuras ojeras le dieron una profundidad a su mirada que sentí algo de temor.

- Discúlpeme, - me apresuré a decirle-. No se moleste por lo que dije ni trato de ofenderle con mis palabras, es sólo lo que pienso.- Tratando de suavizar mi opinión y bajara la dureza que noté en sus ojos.

-Me extraña lo que usted me contesta. Usted sí cree, usted sí tiene conocimientos esotéricos, USTED SI SABE MUCHO LO QUE ES LA PREMONICIÓN.- lo dijo recalcando sus palabras y volvió a fijar su mirada en mis ojos-.

Esquivé su mirada tratando de fijar mi vista en el paisaje desolado, árido, que en ese momento se retrataba en la ventanilla del vagón y, contesté:

- La verdad no me interesa su plática, si quiere continuar platicando, vamos a cambiar de tema. ¿De donde es usted, señora; quiero decir: donde nació ?

Nuevamente vi su rostro moreno claro, sin poder determinar su edad. Representaba 40 o 50 años o más. No podría afirmarlo.

- ¿Dónde nací ?. Hace tanto tiempo que fue y no he regresado al lugar, que ya no me acuerdo- hizo una pausa -. Desde muy chica he viajado por todas partes sin tener un rumbo fijo. Como ahora. Llevo boleto pagado hasta San Juan del Río y según tenga una visualización presente al momento de llegar, me puedo bajar y quedarme unos días o puedo renovar mi boleto a bordo y seguir adelante en este tren.- De inmediato le cuestioné.

- No es usted una gitana. Su físico no lo aparenta. Aunque por sus facultades que dice poseer y su nomadismo , si lo parece..

- No, no soy gitana - riendo levemente -. No soy embaucadora ni ladrona. Lo que puedo hacer es verdad. Lo que pasa es que no me gusta estar refundida en un sofá de una casa, esperando clientes. Yo salgo, recorro ciudades, no visito pueblos por la ignorancia de la gente que me confunden con la palabra de ¡BRUJA ! - exclamando -. El poder que tengo, llamase percepción extrasensorial o adivinación es real,- se quedo callada un momento y término diciendo : -¡Soy una profesional!

Nos quedamos callados... Ella esperando mi reacción. Yo tratando de coordinar mis pensamientos. El silencio lo rompió la señora cuando volvió a preguntarme:

-¿Pero Maravillas queda antes o después de San Juan del Río ? - Ya más calmada pero sin alterarse, después de quedarnos callados ambos, haciendo una pausa, ella esperando mi reacción; yo, tratando de coordinar mis pensamientos, volvió a preguntarme.

- Mucho antes. - Contesté-, según me informaron está en el km. 125 de esta vía. Me parece que vamos en el 60, así que si llevamos casi dos horas de viaje, si no hay retrasos, estaremos en otras dos horas más, a lo máximo-. Ya no me contestó. Se quedo callada y respeté su silencio.

De repente, unos minutos más, tres a lo sumo, comenzó a murmurar:

-Maravillas... Maravillas... no lo conozco... nunca he estado allí... -en voz muy baja-. Pero .... veo algo... - Recostó el cuerpo hacia atrás y la cabeza con los ojos cerrados, la meneaba lentamente hacia los lados y luego al frente y luego atrás. Repitió los movimientos varias veces, antes de quedarse quieta y, balbuceando externó:

- Veo una montaña o un cerro, no muy alta, con dos cimas, una más alta que la otra... magueyes... arriba un pequeño altar pero en ruinas... ruinas recientes y restos de pertenencias indias... varias cuevas, una grande, cabe gente a caballo... .

Me levanté del asiento, sin darle crédito a lo que mi acompañante hablaba.

- Con permiso, voy al baño, creo que el atole que desayuné hizo efectos terribles .- Me dirigí a ella sin verle la cara.

-Espere, no se vaya, tengo una visión muy clara...

-Con permiso - sin hacerle caso -, ahora regreso. Casi brinco sus rodillas para poder pasar.

Entré al sanitario del vagón. Por su estado tan sucio, me dieron nauseas. Se me quitaron las ganas de obrar. Sólo oriné. Salí y pasé al área de las puertas observando el paisaje. Comprendí que sólo había sido un pretexto el levantarme para no seguir escuchando a la supuesta vidente.

Lentamente miré los campos donde nuestros campesinos a base de sangre, sudor y lagrimas - como había dicho Sir Winston - le hacían cosquillas a la tierra, tierra tan delgada sobre suelo tepetatoso, que los surcos parecen canillas de perra flaca. La escasa o nula lluvia convertía sus maizales en chilares. Las matas de 60 a 80 cm. de alto habían espigado y sólo servirían para zacate.

Regresé al interior del vagón, pensando en sentarme en otro sitio. Pero la señora de blanco me estaba esperando, ahora frente a mí con una sonrisa que mostraba sus dientes completos pero separados. Un incisivo superior tenia incrustado un brillante. Se hizo a un lado para darme paso nuevamente a mi asiento.

- Tuve una visión muy clara de algo que sucedió en el cerro de Maravillas. Tuve la revelación muy precisa y fuerte. Usted me ayudó con su magnetismo que emana. Pero al retirarse la visión se fue perdiendo. - Se quedó callada un momento, manteniéndose de pie frente a mi...

- Pasó hace muchos años... - me espetó casi regañándome, y luego de tomar asiento, mi acompañante - prosiguió:

- Vi una cueva grande en donde cinco hombres, dos encuclillados alrededor de una pequeña fogata, tres sentados en el suelo recargados en la pared... Vi llegando un jinete, vestido de chinaco con ropa color negro. Dejó su caballo a la entrada, del cual bajó un cofre de madera. Penetra en la cueva.. Saluda. Los cinco hombres se levantan, ríen, se juegan bromas acercándose al jinete. Este se acuclilló y los demás siguieron su ejemplo en torno a él. Abre el cofre. Un grito de asombro brota de la garganta de los hombres. Está lleno de monedas de oro. Empezó a repartirlas entre todos. Al terminar se levanta, da lugar para su próxima reunión y se despide. Encamina sus pasos hacia la salida, rápidamente gira sacando su pistola y la vacía sobre sus compañeros, matándolos. Recoge el oro que le corresponde y de los morrales de sus compinches saca el que repartió. Vuelve a llenar el cofre y lo cierra. Tranquilo sale de la cueva y de las alforjas del caballo saca un petardo de dinamita, entra, carga el cofre y con una mano toma el petardo y lo dirige hacia sus labios donde pende el cigarro, lo enciende y al intentar arrojarlo al interior de la cueva se endereza uno de los hombres empuñando su pistola. Dispara hacia el Chinaco perforándole el pecho, matándolo de inmediato. El petardo cayó a sus pies y explotó, la cueva desaparece, queda tapada, enterrando a todos los hombres... y al oro. La visión se desvaneció y no alcancé a ver más... Usted se levantó, perdí concentración, perdí contacto.

-Hermosa leyenda - le dije -, esto sucedió cientos de veces en el siglo pasado y durante la Revolución. Lo habrá leído en las novelas narradas por Ignacio Altamirano, o por José Mancisidor por ejemplo. Cuantos pueblos, cuantas regiones tienen leyendas semejantes y quiere que yo le crea. Esto podría ser una bonita historia pero no me trago que haya sido una visión extrasensorial suya. A otro perro con ese hueso. Al inicio de nuestra plática me dijo que yo tenía capacidad para creer en premoniciones,... ¡Pero por favor !, no menosprecie mi inteligencia... - Muy molesto le contesté, además durante toda su narración me impidió interrumpirla, levantando la mano, enseñándome la palma, deteniéndome-.

- ¡Es verdad, créame! Yo nunca he estado en Maravillas, no lo conozco ni sé donde se encuentra !.

- ¡Pues ya somos dos. Al principio le expliqué que tampoco conozco la población , que es la primera vez que vengo!

El auditor del tren entró al vagón y gritó: ¡MAAARAVILLASS....!

- Pero si sé donde queda, es la próxima estación y con su permiso, me retiro pues voy a descender. ¡Hasta luego !

Me extendió su mano, tintineando sus pulseras que portaba. Por atención se la estreché. Tomó con su mano izquierda mi antebrazo y fuertemente sostuvo mi mano, a la vez que farfulló:

- ¡Se va a casar muy pronto!. Sus hijos nacerán en acuario. Su poder está fincado en aire, agua, fuego; antes de la canícula. El primero activa al tercero, el segundo y el tercero se equilibran, el tercero es extendido por el primero pero es protegido por los dos iniciales. Trate de entender mi mensaje, interprételo!

Retiré bruscamente mi mano, pero no me soltó. Se incorporó del asiento quedando ante mi vista el colgajo de uno de sus collares en forma de cruz griega. Alcancé a leer las siguientes palabras inscritas:

Al centro de la cruz: Belcebú; en cada rama: Satán, Luzbel, Leviatán y Belial. -

¡Hasta luego, señora!, no diré que ha sido agradable su compañía. Pero que el príncipe de los demonios que porta con sus diferentes nombres en esa cruz, la acompañen. Retirándome, después de casi arrancar mi mano de las suyas, buscando la salida del vagón.

-¡Yo no hago mal a nadie! ¡La cruz me protege de las invocaciones de los ángeles perversos! - en voz baja continuó: Yo solo me comunico con las divinidades perfectas... -no escuché más y descendí.

Caminé paralelamente al convoy y vi a mi novia en el andén de la estación, construido éste con desecho de una plataforma de vagón. La estación también era un pullman de principios de siglo, sin ejes, apoyado sobre una pila de durmientes. Levantó su mano y agitándola, me saludaba.

- ¡Pensé que no ibas a venir! Más bien, creí que no vendrías. - vi alegría en su rostro, acercándose para darme un beso - ¿Como te fue de viaje? ... -Antes de contestar, el tren arrancó . Alcancé a ver con el rabillo del ojo, la cara de la señora de blanco que volteaba a verme hasta que salí de su vista.

- ¡Aquí estoy, fiel a mi palabra! -. Recibí y regresé su saludo y caricia-.

-Del viaje tuve una experiencia extraña, después te platico. Ahora vamos a tu casa o a donde quieras llevarme. Después a almorzar. Tengo hambre. - Seguí con la mirada al cabús del tren hasta que desapareció en la curva siguiente. Miré hacia la estación y vi atrás de ella el inicio de una elevación del terreno, levanté la vista y mi novia me dijo sin preguntarle:

- Es el cerro de Maravillas. Tiene dos cimas... una más alta que la otra... arriba hay una capilla con un altar en ruinas...

Me quede frío. ¿Serían reales las videncias escuchadas?

Me presentó a sus padres. Creo les caí bien a ambos. Comimos y bebimos una cerveza. Su padre me preguntó si me gustaba el pulque... -interrumpiendo, le contesté:

- ¡Claro que sí...! En México frecuento algunas pulquerías. “ La Elegancia” en la calle de Mesones, donde se toma el mejor curado de avena y en la esquina venden unos tacos de lengua de vaca sofocada, los más exquisitos del mundo. “ Los Dos Cacarizos “ por el Peñón, el mejor curado de melón. “ La Tormenta “, donde al curado de jitomate le dicen blody - baba . El mejor curado de apio en “ El Casino “ y, sin duda con Luisito de "Las Bodas de Lola “ , el de piñón.

-Pues aquí sólo tenemos curado de ajo. No se si le gusta. Tenemos el honor de contar con un exquisito pulque debido al clima frío y por ahora a la sequía que sufrimos. - Me replicó su padre.

-¿Curado de ajo ? .- Pregunté extrañado-.

-¡Si, curado de ajo - dido!. El pulque blanco, natural. Solo los jodidos como nosotros lo bebemos. No tenemos para pagar el precio tan alto que cuestan los curados. Yo mismo tomo el acocote y voy a raspar algunos magueyes y entrego el aguamiel. Me quedo con algo. Dicen que es bueno para curar a los que tienen azúcar. ¿Quiere probar ?.

Se levantó sin esperar mi respuesta. Respuesta que no tenía pues a mi sabiduría pulqueril, le taparon la boca.

Tomó una jícara - xoma le dicen -. De un cuero de chivo vació un poco de aguamiel. Me lo sirvió y tomando la xoma a dos manos lo probé.

Tiene un sabor dulce y fuerte, pero no sabe a pulque. Luego lo bebí de un solo tirón, regresándole la jícara - xoma -, vacía.

- Mejor si tiene pulque, me gustaría probarlo, - le dije-

- ¡Ya sabía que no le iba a gustar! -. Alcanzó una jarra de vidrio y sirviendo en un vaso -de los de veladora grande-, lo llenó. Lo puso sobre la mesa, ante mí-.

Lo alcé. Dije: ¡Salud! a todos. Probé despacio... exquisito... en la capital decimos que le falta un grado para ser carne.

Reímos y platicando me bebí tres vasos. Me pegó. Me sentí mareado. Levantándome, le dije a mi novia:

- Vamos a caminar algo. Comí mucho y me siento lleno. Quiero conocer el pueblo y de ser posible, algunas de sus gentes. - <> - dirigiéndome a los padres de mi novia, salimos y enfilamos rumbo al centro del pueblo.

¿Quieres subir al cerro ? - Me preguntó.-

-¿No esta muy difícil la subida?. acuérdate que soy capitalino.

- Rodeando y haciendo paradas, no es muy cansado, sonriendo me contestó.

-¡Vamos pues ! Necesito caminar.

Ascendimos. Una hora después, estábamos en la cima. Llegamos a donde estaban las ruinas del altar. Y pregunté:

-¿Por que está en este estado ?

-No lo sé. Quién sabe quien lo construyó. Hace mucho tiempo me contaron, que subía el párroco y oficiaba misa los días 3 de mayo, pero yo nunca lo vi. Estando abandonado, los mismos peones han aprovechado las piedras acomodándolas para formar cercas que limitan los predios, en que varios propietarios se han dividido el cerro.

Me quedé callado. Momento después le pedí:

-Quiero descansar, quiero acostarme. Tantito por lo cansado tantito por el pulque... -Buscamos la sombra de un tepozán y me senté. Noté una piedrecilla rara a mi lado y la levanté. Mi novia me dijo:

-Es una cuenta de collar. Pertenece a las tribus que poblaron esta región. Decía mi abuela que eran otomíes. Yo no lo sé. ¡Pero hay muchas! ¡Mira! Aquí hay una punta de flecha de obsidiana. - La levantó, limpió con su falda y me la entregó-.

Nuevamente me quede frío. Me recosté, cerré los ojos pensando en el suceso del viaje. Comencé a escuchar mis ronquidos - efecto del pulque - cuando, ante mí, vi una cara redonda y sonriente donde relucía un brillante incrustado en su dentadura... al mismo tiempo que decía:

- Yo no miento. Mis poderes son reales. Lo que veo es verdad...

Desperté... levantándome de inmediato, sobresaltado.

- ¿Qué te pasa ?.- Me preguntó mi novia, mientras alrededor de donde me encontraba, buscaba restos arqueológicos.-

- ¡Nada ! . Solo que por lo incómodo, desperté. ¡Vámonos! Pasan de las cinco -consulté mi reloj- . No me gustaría bajar del cerro estando oscuro. ¡Vámonos pues! .- Y tomándome de la mano entregándome una bolsita con cuentas de piedra, caritas de barro, cuchillos y puntas de obsidiana y pedernal, abracé a mi novia y empezamos a descender.

Descendiendo admiré lo que todo capitalino anhela ver. Un hermoso paisaje. Maravillas está desplantada sobre la prolongación de la ladera de su cerro. La pendiente termina unos 400 metros al norte, donde pasa otra vía del ferrocarril . -La Nacional, me indica mi novia -. Se forma una cañada cuando inicia la subida del terreno. Se domina una gran extensión de lomeríos limitada al poniente por el cerro de la Virgen y el cerro del Burro. Después supe por los lugareños que el cerro de la Virgen sigue siendo virgen, porque el cerro del Burro no le alcanza. Al noroeste el cerro del Manguí, con su cumbre parecida a una plataforma. Atrás, la enorme masa del cerro de Nopala. Al norte, como vigía, la cumbre en forma de cono volcánico del cerro del Astillero o Hualtepetl, con una elevación de 3000 metros sobre el nivel del mar. Y por el oriente la sierra de San Bartolo, destacando por el centro un pequeño promontorio, como otero, llamado cerro de Escandón. Al sur, el cerro de Leña y el mismo cerro de Maravillas.

El sol ocultándose tras el cerro de la Virgen, teñía el cielo con un rojo encendido, como si miles de cochinillas del nopal, hubieran sido aplastadas sobre el techo celestial. Pensé que este atardecer tan maravilloso se repetiría todos los días. Por eso, llevaba el nombre de Maravillas, esta población.

Llegamos a su casa. Cené dos quesadillas y un vaso de pulque que me sirvió de somnífero. Me recosté en un petate. Me sentía cansado y alterado por los sucesos del día. Y dormí, dormí mucho.

Me desperté tarde. Como capitalino conocí para nosotros, las incomodidades del campo. Para satisfacer mis necesidades corporales, fui entre unos magueyes a regar el seco y abonar la tierra. Como gato, las oculté. Después en una jofaina me lavé la cara y las manos. ¡Y listo!. Mi novia me esperaba.

-¿Quieres desayunar aquí en casa? ¿O prefieres ir al centro a comer barbacoa o chicharrones ? .- Muy linda vestida con una mañanita muy floreada que resaltaba su belleza morena, me saludó, besándome la mejilla.

-¡Buenos días!.- Contesté su saludo y caricia -. Aquí desayunamos en compañía de tus padres.

- No hombre. Mi padre sale al campo antes de las 5 de la mañana. Mi mamá fue a llevarle de comer. Son las diez, flojo. - Riéndose, me contestó.

-¿Aún en domingo? -pregunté-.

- En domingo, días festivos y fiestas de guardar. Trabajan todos los días. La tierra es muy celosa... necesita cuidados y atención para dar sus frutos.

- Bueno, vamos al centro, pero ya... ¡Me urge!

En el trayecto, vi la iglesia católica sin terminar - destechada -. El salón un gran tejado que lo mismo servía para fiestas que para mercado y tianguis dominical. La iglesia marista - ésta si terminada -, la palma de la justicia, el recinto del juez del pueblo. Todo explicado brevemente por mi novia. Ya acercándonos al local donde en un gran cazo hervían las carnitas o chicharrones de res cuyo olor incrementaba mi apetito, me detuvo , esperando a que un señor que se acercaba, estuviera al alcance del saludo.

-Es Don Antonio, el más ilustre de los vecinos de aquí. Te presento. Soltándome el brazo, mi novia se dirigió a la persona:

- Don Antonio, Buenos días.

- Buenos días niña, ¿Quién te acompaña?

- Es mi novio, tengo el gusto de presentárselo.

- Antonio Santana - se adelantó diciéndome su nombre.

Hombre de cerca de 50 años, blanco, de vivaces ojos azules que reflejaban sabiduría y bonhomia. De inmediato supe que llevaríamos buena relación, acerqué mi mano para estrechar la suya que me había extendido.

- Mucho gusto Don Antonio, estoy a sus órdenes .

- ¿Viene de la capital?

- Si señor. Estoy conociendo el pueblo, es hermoso. Con unos atardeceres maravillosos que observé mejor desde la cima del cerro. - Y le externé mi opinión sobre lo que pensaba del nombre del pueblo -.

Me tomó del brazo. Dirigiéndose a ambos nos invitó. Caminamos hacia la vía que estaba a escasos 40 metros. A escucharlo.

-¡No , Maravillas no lleva ese nombre por lo que dice usted!

La colonización de este pueblo se inició por los años 30 del siglo pasado por una familia de apellido Torres, los cuales como comerciantes, abrieron una tienda. Cuando Don Porfirio por los años 80 - construyó la red ferroviaria que aún sigue vigente a estas fechas, el tren a Ciudad Juárez, llamado Aguila Azteca; pasa por aquí, por esta vía que ve. Por la que llego usted aquí. A los lados de la vía en forma silvestre, creció en abundancia la mata de flores llamada Maravillas cuyo nombre genérico es Caléndula. Así, cuando los pasajeros - ya en funcionamiento el tren - llegaban; pedían que se les bajara donde estaban “ Las Maravillas “. Por toponimia se quedó este nombre para la población. Fue hasta 1906 cuando se oficializó como nombre propio para este lugar.

- ¡Caray Don Antonio! Muy interesante. Usted ha de conocer muchas historias y leyendas de por aquí. Me interesa mucho la arqueología relacionada con la historia, sobre todo. Pero por favor, le invito a almorzar. ¡Ya hace hambre!

- Esta región estuvo colonizada desde hace mas de mil quinientos años, primero por tribus sedentarias de los Otomíes; que en su dialecto, mejor dicho en su idioma se nombran “Hñahñúes”. Luego por las cultas tribus de los Toltecas, cuyo máximo centro cultural esta cerca de aquí a 25 km. en línea recta: Tula, la antigua “ Tollan “ - lugar de tules - . Desalojaron a los pacíficos otomíes sin violencia y aceptando su convivencia. Para posteriormente los belicosos Chichimecas arrasando los asentamientos, ocuparon el territorio.

- Toda el área está llena de restos arqueológicos. Tengo gran colección particular. De ella doné mucha parte para el museo de Huichapan. Poseo más para cuando tengamos un museo aquí en Maravillas, colocarlas para su exhibición.

- Lo he constatado, - interrumpí -. En la cima del cerro ayer que ascendimos, recogimos muchas piecesillas y objetos de obsidiana.

- ¡Claro! -Exclamó Don Antonio, continuando su relato: -Por la posición geográfica del cerro, que entre paréntesis se llama “ CUTEJHE” , que en otomí significa “ Cerro Cuate” , en su cumbre más alta se celebraban ceremonias religiosas o calendáricas; las cuales eran vistas por toda la población. Además fue también observatorio astronómico, tengo una laminilla de barro cuya inscripción, lo atestigua.

-¿Y el altar Don Antonio? .- volví a interrumpir

Como ha de saber, la conquista religiosa que efectuaron los iberos, donde había altar religioso de cualquier tribu, los sacerdotes católicos ordenaban su demolición y la construcción de otro para los ritos de la nueva religión. Pero esto dada la poca población existente, después de su construcción hace muchos años, fue abandonado.

-Y si fue fundada, mejor dicho, si fue nuevamente poblada la región por los años 30, no creo que hubo participación en la guerra de Independencia; pero ¿en la guerra de Reforma, se combatió? -Nuevamente interrogué:

-¡En ambas! Contestó Don Antonio con efusión -. Y continuó:

-La región siempre ha estado habitada. De los 30 viene el origen del nombre de la población, -aclaró -. El Bachiller José Manuel Correa, cura de Nopala, combatió bajo las órdenes del Siervo de la Nación: Don José Maria Morelos. Por sus campañas en esta región la Junta de Zitácuaro le otorgó el grado de Brigadier, comandante de Huichapan y Jilotepec. Más adelante, el grado de Mariscal de Campo. - Aspiró una larga chupada al cigarro Delicados que meneaba entre sus dedos, marcados por el ocre color de la nicotina, antes de continuar:

-Nicolás Romero, el Arquetipo de los Chinacos, llamado también el “León de las Montañas“, combatió en la guerra de Reforma contra la intervención francesa y el imperio de Maximiliano. Es hijo de este municipio... y muchos más, pero estos dos ejemplos de...

- Pero disculpe -. Interrumpí-. Algo me platicó mi novia que por aquí pasaba Don Benito Juárez ... - señalándome una calle y un caserón que no se veía desde la fonda, pero determinando la ubicación con su brazo, encendiendo el tercer cigarro, levantando la mano detuvo mi palabra y continuó:

- La casa de usted esta allí, en esa calle. Era camino de carretas y diligencias. Por aquí pasaba Juárez cuando iba a Querétaro. Efectuaba la remuda en un mesón de Nopala, o en la hacienda de la Hermosa; que todavía existen. La siguiente jornada era hasta San Juan del Río, donde dormía. Cuenta mi padre que cuando pasaba, el pueblo salía a aclamarlo...

Pero si pasaban diligencias y la zona estaba despoblada, sin vigilancia por el estado de guerra, habría muchos asaltos. Ya sea para recabar fondos para la lucha de guerrillas, ya sea por maleantes para provecho personal,- pregunté con cierta intención....

-Había varios caminos rumbo a Querétaro. Este que le señalo. Cerca de aquí el de Jilotepec - Canalejas - Aculco - Palmillas; que se unía al primero. Otro más retirado con mayor vigilancia : Toluca - Acambay - Palmillas. Variando las rutas para evitar asaltos.

- ¿Y no cuentan las leyendas de algún asaltante famoso? , o de un ...- Volví a inquirir-. Pero ahora el me interrumpió:

-¡No es ninguna leyenda...!

-Me platicaba mi padre que los caminos de Jilotepec, Canalejas, Aculco y Acambay, eran asolados por una pandilla de asaltantes. El cabecilla era un chinaco alto, moreno, con prestancia y porte. Se llamaba Francisco del Olivar. Como característica principal que servía para que lo reconocieran, siempre vestía totalmente de negro. Excepto su paliacate rojo, en la cabeza. Asaltaban y venían a esconderse a este cerro donde en una cueva grande se refugiaban. Colocaban un centinela en la cumbre, que podía observar si alguien les perseguía o buscaba.

Tranquilo, fumando, entrecerrando los ojos, continuaba Don Antonio:

- Una tarde , los peones de la hacienda de la Laja, lo vieron pasar. Iba rumbo al cerro. Llevaba en ancas una pequeña caja y como siempre, muy bien armado. Ya entrada la noche, escucharon una detonación muy fuerte que cimbró los techos de los pesebres. Fue en el cerro. Por miedo nadie quiso salir a investigar que sucedió. Ninguna persona se atrevía a subir al cerro por temor que fuera asesinado. Posteriormente descubrieron que la explosión tuvo lugar en la cueva, derrumbándola.

Alcanzó con su mano el vaso de agua mineral, se mojó los labios, reculando la silla y cruzando la pierna, continuó:

- Pasó el tiempo. Nunca más volvieron a ver al chinaco ni a su pandilla. Hemos ido a buscar donde estaba la cueva, pero han pasado más de noventa años. La lluvia, la erosión, los derrumbes; la ocultaron. Quedan vestigios probables de su posición pero costaría mucho remover las tierras.

Nos quedamos callados. Terminó de fumar y marcando una ligera sonrisa, termino la narración.

-Me quito la cachucha ante usted, Don Antonio . ¡Qué hermosa narrativa! Me gustaría cada vez que venga al pueblo platicar con usted... Se aprende mucho. ¡Estas leyendas son apasionantes! . - Algo molesto aclaró:

-¡No son leyendas! ¡Es verídico!...

- Perdón no quise molestarlo, - me disculpé apenado. - ¡Que buena charla de sobremesa nos ha brindado!

El almuerzo estuvo exquisito: Consomé, barbacoa, menudo de borrego, acompañados de tortillas calientes del comal y un vaso de pulque. Terminé la comida con una frase para mi muy familiar, cuando comía mucho:

"¡Ahora si comí, hasta el martes!".

Nos levantamos. Pedí y pagué la cuenta. Nos despedimos. Externaba alegría, pero dentro de mí, no dejaba de pensar en la señora de blanco, ansiando volver a subir al cerro.

-¡Vamos nuevamente al cerro!, quiero subir y caminar para bajar la comida, - le pedí a mi novia -. Ella con alegría pues le gusta mucho caminar, aceptó de inmediato. Al paso conocí, casi en ruinas, la que llamaban la escuela vieja. La mayor parte de los habitantes del pueblo, adultos ya, conocieron en su recinto las primeras letras.

El sol en todo su esplendor, nos pegaba con ganas. En la cima del cerro observaba todos los alrededores, Cuando mi novia, llama mi atención casi gritando:

- ¡Mira hacia allá! . Mi hermano tenia razón cuando decía que se veían. ¡Nunca los había visto! -. Y señalándome hacia el sureste, al fondo, con una gran visibilidad, dado que el día estaba claro, limpio y sólo por el rumbo del Astillero amenazaban una nubes, se veían dos cumbres nevadas.

-¿Son los volcanes? . - Pregunté -.

- ¡Si ! Son el Popocatepetl y el lztaccihuatl. - afirmó mi novia -. Desde esta cumbre se ven perfectamente.

-¡Es increíble! -grité asombrado -. Con razón nuestros antepasados utilizaron esta cumbre como centro ceremonial y observatorio.

Recorrimos las dos cimas. Desde la sur me fue explicando mi novia los pueblos que se divisaban: Acaxochitlán y las rancherías de Temazcales, El Tepeyac, Peñafiel; más al fondo en una zona arbolada: Las Vegas; al poniente: El Capulín, La Hacienda de la Hermosa; en la ladera sur del cerro la Hacienda de Santa Fe y La de la Laja, muy a la izquierda: los Tepetates.

En una bolsa de ixtle llevamos un garrafón con agua de jamaica. Bebimos de él saciando la sed que por el esfuerzo de la subida y el calor reinante, teníamos. Empezó a soplar el viento. - ¡vámonos!. Ya es tarde y amenaza lluvia. Cuando hace tanto calor puede llover torrencialmente. Bajemos ya .- A una indicación de mi novia, asintiendo con la cabeza que estaba de acuerdo, empezamos el regreso. No llevábamos recorrida la cima alta, la del norte, cuando empezó a lloviznar y, justo al inicio de la bajada, se soltó un chaparrón.

Nos refugiamos en un encino bajo, frondoso, que nos protegió algo. Aparrados junto al tronco, noté que el agua corría formando un arroyito muy angosto de unos cinco centímetros; tres metros más abajo se formaba un pequeño remolino vertiéndose el agua en él. Extrañado, no importándome la lluvia me acerqué: El agua como sifón penetraba oyéndose un ruido sordo, como caída. Pensé en una lumbrera donde se purga el aire que desplaza una corriente o venero subterráneo. Pero a esa altura, ¿Cuál corriente? ¿Cuál venero?. Además se oía que caía el agua. 0 sea, había bajo la tierra, una depresión, o una oquedad, o quizá... una cueva.

Bien empapados llegamos a su casa. Me desvestí cubriéndome con una colcha que me prestó, mientras mi novia, secaba la ropa con la plancha.

Ella se cambió de vestido, se arregló y enfundó un suéter entallado que hizo resaltar sus atractivos frontales. Me sentí nervioso.

Comimos en compañía de sus padres. Al terminar vino la esperada plática con su padre, mientras degustábamos otro vaso de curado de ajo.

- ¿Y piensa casarse con mi hija? - De improviso, sin esperarlo me preguntó.- Su mamá fijó la vista en mí.

-Son mis deseos, pero por el momento gano poco. Más o menos 25 pesos diarios. Cuando llegue a los cuarenta creo estar en condiciones económicas para casarme. - Contesté. - ¿A los cuarenta años ? ¿O a los cuarenta pesos ? .- Con mucha seriedad habló -. Yo con una sonrisa nerviosa, asombrado por su ingenio, le contesté que sin duda a los cuarenta pesos.

-Sólo le suplico que la respete, esta muy tierna aún. Y nos respete a nosotros. No por ser tan humildes no tenemos honor.

Respondiéndole que no se preocupara. Que tuviera confianza en mí. El respeto que sentía por ella , reflejaba mis sentimientos y el deseo de hacer las cosas bien.

Me levanté. Eran cerca de las siete de la tarde. Mi novia me carrereaba porque pronto pasaría el tren de regreso a la capital. Pasó por un momento el deseo de quedarme otra noche, pero recordando que tenía compromisos temprano en México, lo deseché. Me despedí de sus padres agradeciendo las atenciones recibidas, y salimos rumbo a la estación.

El tren llegó. Nos besamos concertando cita para vernos en la capital cuando ella regresara a trabajar al término de sus vacaciones.

Abordé el vagón. Con ansiedad busqué entre los pasajeros si viajaba...una señora de blanco.

Salgo de la estación. Abordo el auto y me dirijo a la junta que tengo con funcionarios petroleros. Pero el recuerdo continua.... los vaticinios resultaron ciertos. A los seis meses de ese viaje, me casé con mi novia. Tenemos tres hijos. Todos nacieron bajo el signo de Acuario.

Sus percepciones sobre Maravillas fueron reales... el cerro, el altar en ruinas, los restos otomíes... sobre todo el chinaco. De su mensaje, no hay interpretación o no se ha dado el tiempo de que suceda.

Falta que corriera la aventura de excavar donde posiblemente se encuentre la cueva y encontrar las monedas de oro, para confirmar que todas las videncias de mi casual acompañante, fueron verídicas.

Mientras esto suceda, después de la junta me tomaré un trago en la "Única de Guerrero" a la memoria y al recuerdo de: UNA SEÑORA DE BLANCO.

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